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Este es un espacio libre para publicar todo cuanto hayamos podido recuperar de nuestr@s abuel@s y familiares, esos recuerdos que nos han negado durante tantos años.
Para dejar constancia de nuestros sentimientos, nuestros recuerdos, nuestras historias; para que nada quede en el olvido.

Quisieron acallarlos para siempre pero ahora pueden hablar por nuestra boca, por vuestra boca.
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miércoles, 13 de julio de 2011

PASEO HOMENAJE EN EL 73 ANIVERSARIO DE LOS ASESINATOS DE PASCUALES

PASEO-HOMENAJE EN EL 73 ANIVERSARIO DE LOS ASESINATOS DE PASCUALES
13 DE AGOSTO DE 2009  (NAVAS DE ORO,SEGOVIA)

Tarde del 12 de agosto de 1936. Cinco vecinos de Navas de Oro son secuestrados por una panda de falangistas venidos de Valladolid. Son asesinados en la madrugada del 13 de agosto en Pascuales a veintipocos km. Sus cuerpos quedan abandonados en una loma. Al día siguiente son enterrados por vecinos de la localidad y gente que pasa por el lugar. Eran JOAQUÍN BARTOLOMÉ, alcalde, FELIPE GÓMEZ, concejal, MARCOS VELA, alguacil, y los vecinos EUFEMIO DE LA VILLA y BASILISA ZARRACÍN.
Pero los muertos no son 5 sino 6. Basilisa tenía 28 años y estaba embarazada. Todos dejan a sus familias sin un trozo de su ser. No podían reclamarlos, la guerra empezaba y estaban señalados. Comenzaban más de 70 años de tristeza, rabia, miedo y desolación. Miedo, sí, mucho miedo. Miedo continuo, diario. ¿Por qué nos han quitado a los nuestros tan salvaje y cobardemente?

Las 8 de la tarde del 13 de agosto de 2009. Soy Alberto Vela, concejal del Ayuntamiento de Navas de Oro y bisnieto de Marcos Vela, uno de los asesinados hace hoy 73 años. Hemos preparado un paseo-homenaje a los pegueros asesinados por la barbarie fascista de principios de la guerra. Esos asesinatos para amedrentar, no en el campo de batalla. Lo que tocó de la guerra a Navas de Oro, pues aquí no hubo enfrentamientos armados.

Estoy nervioso, emocionado, expectante. No sé si vendrá mucha o poca gente. Tampoco me importa. Es algo que tengo que hacer y lo sé desde hace mucho tiempo, quizás desde hace 73 años, antes incluso de nacer.

Para mi sorpresa la plaza del Depósito comienza a cubrirse de personas que surgen de distintas calles. Llevo unos mapas pintados a mano con el recorrido del paseo. Comienzo a entregarlos y me invaden mil sensaciones que no puedo describir. Ladis, el alcalde, Antonio, el teniente alcalde y yo decidimos comenzar el acto. Yo sé que es algo grande, enorme, quizás demasiado. No puedo explicar lo que siento, en mis manos llevo papeles pero parezco conducir la silla de mi abuela Avelina que murió hace tres años. No está, pero la siento como cuando me hablaba de su padre: "era un hombre muy inteligente, leía mucho, muy guapo y me llevaba a caballo". Ella acababa de cumplir 16 años cuando se lo arrancaron de cuajo. ¡Malditos cobardes y maldita guerra! Mi abuela no quería buscar sus restos pues el que sería más tarde su marido (y mi abuelo) era uno de los que pasaron por Pascuales después de los cobardes crímenes. Ángel, siendo un joven de 17 años enterró sin saberlo a su futuro y difunto suegro. Mi abuela lo sabía y eso la permitió vivir con un mínimo de paz dentro de la barbarie. Las casualidades que tiene la vida son aún más impactantes en épocas horribles como puede ser una guerra fraticida.

Con estas divagaciones me subo de pie a un banco y leo el manifiesto por el que, como Equipo de Gobierno, nos adherimos a los fines de la “LEY DE MEMORIA HISTÓRICA”. La gente está callada, observa. El acto ya ha comenzado y nadie lo va a parar, nada, nadie, ninguna persona, ningún trueno ni la ignorancia ni la sinrazón.
Antonio dice unas palabras también y nos ponemos en marcha.

Giramos a la izquierda por las Escuelas y hacemos la primera parada. En la placa pone EUFEMIO DE LA VILLA. Eufemio era uno de “los cinco de Pascuales”. Era panadero, tenía 40 años y estaba casado. Su ideología política era de izquierdas, lo cual era suficiente para los verdugos, incluso menos. Digo lo que pasó hace 73 años y pregunto si hay familiares. De pronto su hija habla rompiendo a llorar y dándonos las gracias por este pequeño reconocimiento. ¿Pequeño? De repente me doy cuenta estremecido de que lo que estamos haciendo es algo enorme, humanamente tan grande como cualquier acto de generosidad mínimo, pero enorme.

Avanzamos unos pocos metros y llegamos a la calle dedicada a BASILISA ZARRACÍN. Noto que se ha unido más gente. Recuerdo de nuevo la barbarie de Pascuales y que Basilisa llevaba un hijo dentro con sus 28 años. A partir de este momento decidimos hablar de “los 6 de Pascuales”. Victorina, su nieta también habla del dolor heredado, la tristeza de un ser querido arrancado y la emoción puede con los demás nietos y bisnietos. Me doy cuenta que todos somos uno. El dolor es compartido y por eso parece que pesa menos. Somos un barco de dolor y duelo que desencalla y arranca para librarse de sus fantasmas. Es algo realmente asombroso. Al ponernos en marcha noto cierta liberación. Es un momento tremendo, tan triste pero necesario, tan pequeño y tan grande, tan sencillo y tan enormemente humano.

A pocos metros a la derecha encontramos la placa de JULIO GONZÁLEZ. Se entremezclan los rostros de dolor con alguna lágrima y alguna que otra sonrisa. Llegado este punto la cosa va rodada. Una de las cosas para las que yo nací era hacer este homenaje. Ya no tengo ninguna duda. La gente me mira esperando saber de Julio. 41 años, de Navas de Oro, maestro en Villacastín. Estaba de veraneo en su pueblo y los falangistas se lo llevaron a Villacastín para fusilarlo. Su cuerpo quedó varios días sin enterrar por el miedo de la gente. No hay ningún familiar. La historia es tan dolorosa que todos los rostros reflejan estupefacción. Imaginamos el horror. Aplaudimos a Julio y seguimos caminando por calles que no lo son aún. Estamos en el pinar y caminamos sobre arena. Cada vez somos más y más empáticos. Sentimos el dolor de los demás como nuestro. Somos una procesión no religiosa, una procesión de humanos demócratas, hartos de olvidar, hartos de sufrir en silencio las hemorroides del fascismo, la intolerancia y la sinrazón. No estamos alegres pero tampoco tristes. Imposible describir las sensaciones.

Más adelante llegamos a la placa de JESÚS-VITO HERNÁNDEZ. Asesinado con 27 años, natural de Navas de Oro, vivía y trabajaba en Segovia como abogado. Escribía poemas. Pertenecía a la JSU. No hay más que decir, lo fusilaron. Tito es familia y habla con lágrimas en los ojos. Sólo se me ocurre resaltar la juventud e inteligencia de Jesús lamentando no tener ninguno de sus poemas. Propongo que en el siguiente homenaje leamos algo de Jesús. Aplaudimos como a los demás y seguimos caminando a buscar a

MANUEL MARTÍN, un chaval de 14 años, comento.
Pero Manuel no tenía 14 años, Afro calcula que unos doce. El gran trabajo de Santiago Vega tiene estos pequeños errores porque las cosas se han hecho tarde y la gente se ha ido muriendo sin hablar. No sabemos cuando lo mataron los falangistas que fueron en busca de Agripino, su padre. Manuel saltó por la valla y lo dispararon. Se llevaron el cuerpo y nunca lo pudieron enterrar. ¡Mal rayo los parta! En este punto el sol nos da en la cara y se refleja una mezcla de dolor, melancolía, alivio y más curiosidad. Nos quedan más pegueros olvidados oficialmente. Y seguimos caminando.

El tramo que nos separa de ÁNGEL RUBIO es mayor. El sol nos da en la cara y bajamos la cuesta cruzando la Avenida que lleva a Escarpías. Ángel murió en el Fuerte de San Cristóbal el 23 de mayo del 38. El libro de Santiago dice que en la fuga pero Maxi y Adelaida no lo creen. Lo mataron en el patio. ¿Se inventarían la fuga para matar? Ya nada nos parece imposible. Habla Marisol emocionada. Más lágrimas. Más agradecimientos. Todos nos damos cuenta de lo necesario de este pequeño y a la vez enorme duelo. El barco de duelo y recuerdo sigue navegando para adentrarse en el mar de pinos que rodea el pueblo.

A pocos metros nos espera la calle dedicada a FELIPE GÓMEZ. Concejal de entonces, asesinado con 43 años, casado. Nuestras mentes vuelan 73 años hacia Pascuales. Imaginamos la barbarie. ¿Cómo pudo pasar algo así? Aplaudimos a un representante municipal elegido democráticamente hace 73 años. Entre medias 40 años de oscuridad. Han tenido que pasar más de 30 años de democracia para hacer un recuerdo oficial a Felipe, nuestro compañero en el Ayuntamiento. Seguimos caminando entre pinos, estamos en Navas de Oro recordando a pegueros, no hay paisaje más adecuado.

Y ahí está. MARCOS VELA. La placa que da nombre a la calle recuerda a mi bisabuelo Marcos, alguacil, 46 años, carnicero. Dejó tres hijos, mi abuela Avelina, mi tío Antonio y mi tío Teófilo. Una viuda, Micaela. Antes de decirlo recuerdo que HILARIO SANTA CRUZ REVUELTA, natural de Sotillo del Rincón (Soria) fue asesinado el 7 de mayo del 37. Era el teniente alcalde de Navas de Oro, donde residía. Quizás hablo de Hilario porque recuerdo a mi abuela e intento recordar a mi bisabuelo Marcos y noto que algo me sube a la garganta.
Dedico la placa a ambos y lamento la ausencia de mi abuela Avelina, la que me transmitió su dolor y sus recuerdos tantos años. Murió hace tan sólo tres años y aunque la llevo conmigo me hubiera gustado haber hecho el homenaje con ella. No me salen las palabras y no puedo decir todo lo que quería decir como que mi abuelo Ángel enterró a Marcos, su futuro suegro. La emoción me puede en este momento pero la gente aplaude y el dolor no pesa, no es dolor, tiene tanto de alivio como de dolor. Además veo a mis hermanos y a mis primos.Ya está abuela. Tu padre existió y existe oficialmente. Como te prometí lo estamos homenajeando. Se me saltan las lágrimas pero hay que seguir. Nos falta Joaquín.

JOAQUÍN BARTOLOMÉ era el alcalde de Navas de Oro en el 36, labrador, 41 años y de Unión Republicana. La avenida que le dedicamos es amplia y somos casi 100 personas. Su hijo Afro habla del dolor enquistado estos 73 años. Del miedo constante por estar señalados. Del estar constantemente alerta. Cuenta las amenazas de los falangistas hacia su madre. Un horror que se expande por toda la avenida y explota en el horizonte porque por fin sale en compañía. Somos muchos compartiéndolo.

Noto a la gente meditabunda, agradecida, melancólica y aliviada a la vez. Se me saltan más lágrimas al aplaudir a Joaquín pero me explota un volcán de justicia en la boca y cargo contra aquellos que dicen que estas son cosas que no le interesan a nadie (Mariano Rajoy y compañía). Casi cien personas no somos nadie. Cargo contra aquellos que dicen que el miedo de la guerra ya no está justificado (Victoria Prego, Ángel Expósito). Afro reconoce que ha tenido miedo. Mi abuela Avelina lo tenía tanto que no quiso que Santi Vega pusiera su nombre en el libro. Reconocemos que habrá gente en España que no comprende lo que estamos haciendo, por eso lo temen y lo descalifican. Pero estamos haciendo lo que debemos. Ya no tenemos dudas. Tampoco nos importa lo que digan, estamos hartos.
Noto un gran alivio, la gente comienza a dispersarse pero Graciela, aunque no es de Navas de Oro cuenta la historia de su abuelo encarcelado y su madre llevándole comida hasta que lo mataron. Su madre y su tía fueron señaladas como rojas y se marcharon a Madrid para evitar ser violadas, rapadas, humilladas... Reniega de la religión y de misa por sus propias experiencias. Llora, gime, también lleva su carga de dolor desde un pueblo de Toledo.

Terminamos en un aplauso a todos los navegantes de este barco que parece tener nuevas velas, menos telarañas y más brío. El desahogo es pequeño pero es un comienzo y hemos logrado cierto alivio. Sabemos que se necesita mucho más pero todo se andará. Y seguimos andando, charlando sobre este viaje, estos fantasmas, esta procesión de democracia y reconocimiento.
Yo me siento pleno, sé que la gente está satisfecha. Yo estoy aún más satisfecho pues pensaba que íbamos a ser muchos menos. Estoy agradecido, tremendamente agradecido por lo que hemos compartido, sólo tengo ganas de decir gracias, gracias, gracias. Jamás olvidaré este día. Nos desperdigamos. Tomamos unas cañas y el pueblo, no sé por qué, me parece distinto. Hay otra luz, tiene otros colores. O la carga que nos hemos quitado es tan grande que veo mi pueblo más vivo.

Sí, mi pueblo está más vivo. Navas de oro está más vivo porque Joaquín, Basilisa, Marcos, Felipe, Eufemio, Julio, Jesús, Ángel y Manuel han salido de su olvido oficial y vienen con nosotros dándonos fuerza para seguir, para vivir lo que ellos no pudieron, para vivir por ellos las vidas que les arrancaron. No podemos defraudarles y no lo haremos.

SOMOS PEGUEROS, SOMOS SUS HIJOS, NIETOS, BISNIETOS, SOBRINOS. SOMOS ELLOS MISMOS.
Y NO TENEMOS MIEDO.

En memoria de:

- mi bisabuelo MARCOS VELA SANTOS y mi abuela AVELINA VELA.
- JOAQUÍN BARTOLOMÉ GALLEGO
- BASILISA ZARRACÍN GARCÍA
- FELIPE GÓMEZ MAYO
- EUFEMIO DE LA VILLA RUBIO
- JULIO GONZÁLEZ GIL
- JESÚS-VITO HERNÁNDEZ GIL
- MANUEL MARTÍN VELÁZQUEZ
- ÁNGEL RUBIO ÁLVAREZ
- HILARIO SANTA CRUZ REVUELTA.
                                                                   
                                                   ALBERTO LÓPEZ VELA.
Concejal del Ayuntamiento de Navas de Oro y bisnieto de Marcos Vela, uno de los asesinados hace hoy 73 años


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lunes, 4 de julio de 2011

GRACIAS (Homenaje en San Cristóbal)

GRACIAS

Todo el tiempo que estuve en el monte Ezkaba, en el homenaje a los fugados del Fuerte San Cristóbal pensaba, donde estoy yo ahora estuvo mi abuelo, me preguntaba, mirando hacia un lago y otro, hacía dónde corrió en la huida, dónde lo encontraron, cerca, lejos de donde yo estoy ahora , quiénes iban con él …..
Intentas imaginar cómo sucedió y quieres sabes más y más. Los mataron como conejos como dice Lucía Socam en su canción, eso sí lo sabemos a ciencia cierta. 
Por eso me parece una idea fantástica la de Koldo, exhumar a o todos los que mataron por el monte  y juntarlos en el cementerio del Fuerte, todas las familias sabremos que están justo ahí.  

Me siento muy orgullosa de mi abuelo, FRANCISO RIVERA BOUZA,  fue un hombre bueno, que luchó por la república y la libertad, y que hoy, 73 años después siguen siendo valores por lo que luchar. Ha sido la primera vez que mi familia y yo acudimos al homenaje, y es difícil explicar la emoción que sentimos, fue un acto  lleno de cariño y cargado de sentimientos, sentimientos del corazón que salían  directamente por la boca, todo lo que allí se dijo   hizo brotar nuestras lágrimas, las de mi madre, su hija, que tiene 82 años, y que lo vio por última vez cuando tenía 9,  mi tía que no tiene recuerdos de él porque era muy pequeña, y las de sus nietos y biznietos, que ahora lo conocemos un poco más.

Quiero animar a todos los que tengan muertos en cunetas, en fosas, que los busquen, que intenten conocer su historia, porque en definitiva también es la nuestra. Reconforta saber, reconforta encontrar. Quisiera agradecer a la sociedad Tximparta,  que han hecho posible que no se olvide lo que sucedió, que de alguna manera recuperemos a nuestros padres, abuelos bisabuelos, gracias también por organizar todo tan bien, por la comida, todos juntos, por todo…..GRACIAS.

Gloria Rodríguez Rivera.

miércoles, 1 de junio de 2011

Mi abuelo, Andrés Rodríguez Calero




Querido Abuelo:

Primero quiero presentarme, soy Maripepa, tu nieta mayor, hija de tu hijo José.
Aunque no nos hemos conocido, he pasado tanto tiempo hablando y escuchando historias sobre ti, que siento que en algún momento de mi vida sí he coincidido contigo.

La primera persona que me contó tu historia fue mi abuela Fidela (madre de mi madre) y aunque sólo tenía diez años recuerdo que algo se removió en mi interior y me prometí que algún día conseguiría que se hiciera justicia contigo.
Después pasó el tiempo y he seguido con mi vida, me casé y, casualidades de la vida, mi marido resultó ser familia tuya; le conté tu historia y se implicó tanto o más que yo en el tema.
Nos pasamos muchos años investigando e intentando averiguar dónde y cómo terminaste tus días. Solicitamos información a Instituciones y Ministerios del Gobierno, ya que aquí en tu pueblo era para muchos como si nunca hubieras existido.

Más tarde otro nieto tuyo, mi primo Vicente, fue a Pamplona y allí dio con el Fuerte San Cristóbal; cuando me enteré un nueva luz se abrió ante mí. Por desgracia él nos dejó y no ha podido acompañarnos en este camino.

Llegó a nosotros un libro sobre La Fuga del Fuerte San Cristóbal y aunque no participaste en ella, aparecías en el registro de presos que penaron allí. Ése fue el punto de partida de una nueva etapa de esta historia.
Contactamos con la Asociación TXINPARTA y nos enteramos de que todos los años hacían un homenaje en la puerta del fuerte por lo que desde entonces hemos ido todos los años y hemos mantenido el contacto con ellos para así estar informados de cualquier paso adelante que dieran.

¿¿Y sabes qué?? Tengo que decirte que hemos tenido mucha suerte, tanto tú como nosotros, de haber caído en sus manos, primero porque son personas excepcionales y segundo porque de manera gratuita han trabajado muy duro para que familias como la nuestra recuperen a sus seres queridos que murieron de manera injusta.
Ojalá todas las personas que por desgracia hayan pasado por una situación como la tuya puedan contar con el apoyo y la colaboración de gente como Koldo, Venancio, Mikel, Joseba, Jesús Mari, Luis Miguel y muchos otros que seguramente me dejo, y que sin ellos probablemente este día no hubiera sido posible.

Este año, cuando estuvimos en el homenaje en el mes de mayo, nos dieron la noticia de que la exhumación de tu cuerpo era inminente y que en pocas semanas nos llamarían por si queríamos estar presentes. ¡¡¡DESPUÉS DE TANTO TIEMPO DE LUCHA, COMO PARA NO ASISTIR!!!.
 Un cúmulo de sensaciones me recorrieron el cuerpo cuando llegamos y empezaron a trabajar. Sí, es verdad que sólo eran huesos, pero es lo que queda de ti, lo único físico que yo he podido ver de tu persona. Me invadieron sentimientos de alegría y emoción y ahí fue cuando empecé a ser consciente de que tanto esfuerzo merecía la pena. Un esfuerzo sin embargo, que sin la ayuda tanto de mi marido y de mis hijos por un lado y del resto de la familia por otro, no sé si hubiera sido capaz de mantener vivo.

Otro día emocionante para mí fue cuando mi sobrino Luis Miguel consiguió, por fin, que el juicio injusto que te hicieron quedara anulado, por lo que tu memoria estaba, si cabía, aún más limpia.

Abuelo, hoy es 29 de Agosto del año 2010 y seguro que jamás pudiste imaginar que estaríamos aquí desde hijos hasta tataranietos, rindiéndote este homenaje, orgullosos todos de ti y de que hoy puedas descansar en tu pueblo.
Ya sólo me queda despedirme, con mi conciencia tranquila, porque sé que más no he podido hacer por ti y tu memoria y ten bien seguro que aunque mi meta ya estás conseguida, seguiré recordando y contando tu historia con orgullo, y si hace falta gritaré:

¡¡¡SÍ, SOY NIETA DE ANDRÉS RODRÍGUEZ CALERO, ALCALDE REPUBLICANO DE SERREJÓN, PERO SOBRE TODO SOY NIETA DE ANDRÉS RODRÍGUEZ CALERO, MI ABUELO!!!



El 29 de Agosto de 2010 los restos de Andrés Rodríguez Calero, último alcalde republicano de Serrejón (Cáceres), fallecido en el Fuerte San Cristóbal el 29 de Noviembre de 1942, llegan a su pueblo y por fin su familia puede enterrarlo donde siempre debería haber estado.


martes, 31 de mayo de 2011

Homenaje en Fuerte San Cristóbal


Intervención de Mari López, 29 de Mayo de 2011


Mari López Regorigo durante su intervención

Buenos días:

Lo primero quiero dar las gracias a todos los organizadores del acto, Asociación Txinparta y Asociación de Fusilados de Navarra.
También a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a Félix Sierra, a Iñaki Alforja y a los grupos De Zero y Barricada y todos cuantos colaboran en estos homenajes y en especial a Venancio y Koldo Pla por la ayuda que obtuvo mi hijo por su parte al realizar un trabajo sobre la fuga para un concurso de historia.

De la provincia de Segovia mi familia fue la que mayor número de miembros tuvo en la cárcel. En total fueron doce personas represaliadas, algunas por tener ideales de izquierdas, otros por pertenecer a la Casa del Pueblo y otros no tenían ideas definidas, simplemente pertenecían a la familia Galindo o estaban casados con alguna hija o sobrina.

De esas doce personas, cinco estuvieron presos en el Fuerte: mi abuelo Victoriano López, tres hermanos de mi abuela, Justo, Mariano y Agapito Galindo, y Felipe Martín, otro cuñado de ellos, aunque éste no aparezca en los listados.
A Mariano lo asesinaron durante la fuga y sigue aquí perdido en algún lugar del monte.

Mi abuelo Victoriano, Felipe y otro señor de Coca, salieron el mismo día; fue el día de Nochebuena, con una nevada muy grande y los guardias les dijeron que esperaran al otro día para irse, pero no quisieron; lo pasaron muy mal hasta que bajaron del monte. Felipe les decía a mi abuelo y al otro que le dejaran, que no podía continuar y cada uno le agarró de un brazo y consiguieron llegar abajo.

Nadie pegó un tiro a mi abuelo, pero todos los malos tratos que recibió y lo que sufrió entre estos muros, le repercutieron en su salud y al poco de salir falleció, así que para mi familia y para mí, también lo asesinaron los fascistas.
Me hubiera gustado mucho conocerle y haberle hecho infinidad de preguntas, pero tengo la tranquilidad de que fue un hombre bueno al igual que los otros once miembros restantes. Ellos no hicieron nada malo, sólo defendieron sus ideales.
Porque es mejor ser un idealista y luchar por ello, que no un conformista y un esclavo.

Tenemos un gran compromiso con todos los hombres y mujeres que fueron humillados, maltratados, asesinados, sólo por defender la libertad. Se merecen seguir vivos en nuestro recuerdo; que lo olviden aquellos que firmaron el pacto de silencio, nosotros "Ni olvidamos, ni perdonamos", sin rencor, ni ánimos revanchistas pero no olvidamos.
Todavía no entiendo por qué ocurrieron esas atrocidades y no entiendo cómo el corazón de algunas personas pueda albergar tanta maldad.

Hoy se mezclan muchos sentimientos en mi cabeza, uno de ellos es la alegría de recordarlos, el respeto a la dignidad de los que defendieron el poder legítimo y el orgullo de que me dejaran en herencia una sólida moral republicana en la que no cabe el olvido.

Somos los descendientes de esos hombres ya desaparecidos y nuestras actitudes marcarán el futuro de nuestro hijos "Porque fueron, somos; porque somos, serán".

Así que por todos los hombres buenos y valientes que sufrieron en el Fuerte San Cristóbal, por su dignidad y por la libertad de los pueblos:

¡¡VIVA LA REPÚBLICA!!



domingo, 17 de abril de 2011

PARA MI ABUELO MARCELINO

Carmen Cacho Díez en su intervención en el  Fuerte San Cristóbal
 
   Mi abuelo se llamaba Marcelino Díez, yo no le conocí, y hasta hace poco lo único que sabía de él era que durante la guerra había estado en la cárcel de Astorga porque sus hermanos eran rojos, pero que él era un buen hombre  que no se metía en política. Cuando salió estaba muy enfermo, estuvo un año desterrado, volvió a su pueblo y al poco tiempo murió. En casa nadie contaba nada más y yo no me atrevía a preguntar.

   Durante los dos últimos años he estado buscando información sobre mi abuelo, pero como no tenía ningun dato no conseguia encontrar nada, hasta que por fin me puse en contacto con Encina de AERLE, y apareció su nombre y conseguí su expediente penal.

   Según este expediente mi abuelo tenía el pelo negro, la piel morena, los ojos azules, la nariz recta, la cara oval, la boca regular y media 1.64. Sabían más de él sus carceleros que yo. En 1937 con 35 años, labrador, casado y con tres hijos de 5, 4 y 2 años, es detenido y condenado por espionaje a 30 años de reclusión perpetua, le denunció un vecino y su delito fue leer periódicos republicanos y tener ideas avanzadas. Cuando lo leí lo único que sentía eran ganas de llorar... a partir de ahí mi abuelo se convirtió en el preso 2068 del fuerte San Cristobal y allí empezó su infierno, el mismo que vivieron todos nuestros abuelos en aquel maldito lugar.
   Durante la fuga de 1938 mi abuelo estaba en el fuerte pero no se si intentó fugarse, aunque eso es lo de menos, aún siento escalofríos de pensar todo lo que tuvieron que pasar allí, de todos los que murieron de enfermedades, de hambre, asesinados...
   De ese sitio toda la información que tengo es por Hedy a la que nunca me cansaré de darle las gracias.


   No me puedo olvidar de mi abuela,  tuvo su propia condena, os lo podéis imaginar, sola, esposa de un preso rojo, con tres niños pequeños y viviendo en un pequeño pueblo de Palencia. Ella vivió conmigo, y ahora entiendo el porqué de su semblante tan serio, de su mirada tan dura y de la tristeza que expresaba cuando se creia que nadie la veía. Ella todas las tardes se arreglaba el pelo, entraba en su habitación y le contaba al espejo lo que habia pasado durante el dia, yo no sabia porqué hacía eso , ahora estoy convencida de que a quien se lo contaba era al abuelo.

   A nuestros abuelos les robaron el derecho de criar a sus hijos y de conocer a sus nietos, pero a nosotros no pueden quitarnos nuestro deseo de recordarles, homenajearles y darles las gracias por luchar por la libertad .
   
   Gracias abuelo 
 
   Tu nieta CARMEN 

jueves, 14 de abril de 2011

“Mi abuela me contó” (2011)

Araceli B. A..-



Os traigo hoy un testimonio en primera persona sobre la represión franquista. Sólo agradecer que me lo dejen poner aquí. Y espero que a tod@s nos sirva para valorar tantas cosas…

Mi abuela me contó que en los primeros bombardeos que hubo sobre su pueblo, un pueblecito de Toledo, perdió a su mejor amiga. Rosa estaba dando de mamar a su bebé y un maldito proyectil los alcanzo. Cuando mi abuela fue a buscarla encontró partes de sus cabezas esparcidas por el techo. Recuerda que las manchas quedaron grabadas en el techo para siempre. Lo que más la impresionó fue que Rosa seguía abrazando a su bebé. Mi abuela lloraba, fue horrible, fue horrible… ¿por qué nos mataban? ¿Qué habíamos hecho?

Mi abuela me contó que una tarde, estando en casa de sus padres, vinieron a buscar a su hermano, su único hermano. Trabajaba en el economato de “los rojos”. Le dijeron: “Manuel, tienes que venir con nosotros para dar cuenta de tus actos”. Él pidió que le dejaran dar un beso de despedida a su madre. Manuel corrió a la parte de atrás de la casa y se tiró al pozo. Mi abuela se ponía muy triste al recordar cómo sacaron a su hermano del pozo, y cómo su madre lo abrazaba y besaba. “Era tan joven y buena persona”, me decía, “él solo quería aprender a leer para poder ser alguien en la vida…”

Mi abuela me contó que aun recordaba el sonido de las sirenas y las bombas, y cómo tenía que correr con sus hijos pequeños, mi tres tíos. Sobre todo recordaba cómo se caían los pequeños por las calles empedradas porque tenían mucho miedo.
En una de esas ocasiones, me cuenta, mi abuelo se paró, llamo a mi abuela: “María, me tengo que marchar vienen a por mí”. Los besó y echó a correr al monte. Mi abuela quedó parada en medio de la calle abrazada a sus tres hijitos y ya no oía ni las sirenas, ni las bombas, ni el llanto de sus hijos, solo a mi abuelo: “os quiero, pero no quiero morir”.

Mi abuela me contó que mi abuelo fue uno de esos que llamaban maquis. Su guerra fue en el monte. Mi abuela estuvo tres años sin saber si mi abuelo vivía o lo habían matado. Ella crió sola a mis tíos; trabajaba en el campo, en casas de los ricos, lavando en el río ropa para otros. Luchó, como tantos otros, por sobrevivir con sus hijos pequeñitos.

Mi abuela me contó sobre mi abuelo: antes de irse al monte, una noche vinieron a por él: “Juan, tienes que demostrar que no eres uno de ellos”. Se lo llevaron a las afueras del pueblo.
Mi abuela quería que lo que me iba a contar no me hiciese ver a mi abuelo como a una persona mala, por lo que tuvo que hacer, y me repetía: “le obligaron, y no volvió a ser la persona alegre que siempre reía y bromeaba con los amigos”. Dicen que yo me parezco mucho a él porque siempre estoy riéndome. Claro, yo tengo mucha suerte. Tengo la libertad de decir, hacer, pensar, etc… lo que yo quiera y nadie, nadie, me puede matar por ello.
Lo que obligaron hacer a mi abuelo a las afueras del pueblo fue matar a un amigo, a un compañero, a un vecino. Le conocía de toda la vida, se criaron juntos y estoy segura que tuvo que ser lo más duro que hizo mi abuelo, y no fue a la única persona que quitó la vida. Cuando llego al molino tenían en la pared a dos hombres, le dieron un arma y le dijeron: “o él o tú”. Cuando mi abuelo disparó giró la cabeza. Mi abuela me contaba que le hicieron colocarle los sesos (cerebro) al hombre que acababa de matar por haber girado la cabeza cuando disparó.
No sé si mi abuelo era uno de ellos o de los otros, rojo o verde… Sé que era un hombre que sufrió mucho por decir, hacer, pensar, lo que él quería para su vida y la de su familia.

Mi abuela me contó que la guerra civil y la posguerra fueron terribles: se mataron hermanos contra hermanos por su forma de pensar.
Sólo se salvaban aquellos que se sometían a todos esos que podían pagar con su dinero, manchado de sangre, a las autoridades de esa época: la pareja de la Guardia Civil.
Mi abuela, sometida, sin poder hablar y decir lo que sentía. Así consiguió mi abuela sobrevivir y que yo supiera de su propia boca la verdad de todo lo que vivió. Alguna vez, estoy segura, le hubiera gustado protestar por los que les hacían, pero no tenían ningún derecho, ya que solo los que mandaban tenían todos los derechos de hacer lo que quisieran. Mandaban porque con la excusa de la guerra podían asesinar a quien quisiera o les estorbara para tener el poder. Recuerdo cómo decía: “no teníamos para comer, pero cuando aparecía la pareja de la Guardia Civil, teníamos que sacar la poca comida que teníamos para ellos“.


Os cuento de mi abuela. Fue una pequeña mujer de un pueblecito español. Que vivió una guerra. Tuvo 11 hijos y conoció y sufrió la muerte de 9 de ellos, la muerte de su marido, la muerte de su hermano, la muerte de sus amigas y amigos. Ella vivió hasta la edad de 94 años. Nunca se quejó, ni protestó por la época de la historia que le tocó vivir.
Estoy segura que a ella le gustaría que conozcáis estas historias para que, de algún modo, no se vuelva a repetir.
Yo espero que las vivencias que mi abuela me contó os sirvan para que valoréis la suerte que tenemos hoy en día de poder vivir como cada cual decide vivir. Sin ningún miedo de que por ellos debas pagar con tu vida y/o con la vida de tus seres queridos.

A mis abuelos que hicieron de este mundo, con su dolor, un mundo mejor del que hoy disfrutamos.
En recuerdo de María, Juan, Manuel y Máxima.

(Araceli Bermejo Aragón)

viernes, 25 de marzo de 2011

¡ De vuelta con los suyos !

Tomado de: 
http://www.yuberomondejar.com.es/index.html


miguel yubero mondejar
Miguel Yubero Mondéjar
Nuestro abuelo Miguel, era natural de un pueblo de Cuenca llamado Casas de Benítez, fué reclutado como tantos otros por el ejército republicano y combatió en la Guerra Civil. Al término de la guerra regresó a su pueblo y allí empezó otro calvario cuando fue represaliado por el régimen franquista y condenado a muerte. Se le conmutó la pena por 30 años y un día de prisión en el Fuerte de San Cristóbal de Navarra, lo que equivalía a una pena de muerte por las precarias condiciones de vida de los reclusos, casi todos enfermos de tuberculosis. Allí murió en 1942 ,era difícil que alguien pudiera sobrevivir a la enfermedad, la miseria y en muchos casos el maltrato físico. Después, nada… dos muchachos de 12 y 6 años huérfanos de padre y madre que tuvieron que sobrevivir en tiempos bien difíciles, cuando se trabajaba duro solo por la comida y además había que presentarse ante las autoridades periódicamente como delincuentes en libertad condicional. Por lo visto, la muerte de Miguel no era bastante para el régimen.
arsenio yubero y jose maria yubero
Sus hijos Arsenio y José Mª.

No obstante, sus hijos Arsenio y José Maria salieron adelante. Se trasladaron a Torrent, cerca de Valencia. Allí se instalaron, trabajaron, se casaron y formaron sus familias. Siempre, en sus vidas, estuvo presente el recuerdo del padre, del pueblo, de la huertas, del rio Júcar…. A nosotros nos hablaron de todo aquello, incluso visitamos con ellos los lugares añorados de su niñez. Nos enseñaron a sentirnos orgullosos de nuestros orígenes. Pero nunca hubo atisbo de rencor ni de venganza cuando nos hablaban del abuelo Miguel. Dolor y pena, si. Pero nada más. 
Setenta años han tenido que pasar para que Miguel Yubero Mondéjar vuelva al lugar que le corresponde, junto a los suyos. Con la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica, su hijo José María pudo  iniciar la búsqueda de su padre Miguel. Tres años de trabajo con la colaboración de diversos grupos de investigación nos han permitido localizar los restos y trasladarlos a Torrent donde recibió sepultura junto a los suyos, en la más estricta intimidad.

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